lunes, 7 de diciembre de 2009

Ley de la pluralidad (Tema 2, Act. 2)


Ley de la pluralidad: El aprendizaje es más consistente, amplio y duradero cuantos más sentidos (vista, oído, tacto…) estén involucrados en el proceso de aprender.


He elegido este principio puesto que es relevante en la enseñanza y aprendizaje de idiomas. La intervención de los sentidos de la vista y del oído tiene su reflejo en la clasificación que habitualmente se hace, en el ámbito de la enseñanza de idiomas, de las habilidades que los estudiantes deben alcanzar en un determinado nivel: lectura y escritura (vista), comprensión auditiva y expresión oral (oído). En la enseñanza presencial se tiende a un equilibrio de las cuatro destrezas y el profesor tiene a su disposición varios instrumentos y estrategias para conseguir dicho equilibrio:

  • Vista: libro de texto, lecturas complementarias, diccionarios, explicaciones escritas en clase sobre diferentes plataformas (pizarra, proyector de transparencias, Power Point, etc.), ayudas textuales en medios visuales o auditivos (subtítulos en películas, letras de canciones), información disponible a través de Internet (páginas web, chats, foros), publicaciones periódicas (tanto en versión impresa como en la red), lectura de la producción propia del alumno (cuaderno, libro de actividades, redacciones, etc.).

  • Oído: archivos sonoros propios del material didáctico utilizado en el curso, CDs y DVDs con contenidos diversos (películas, documentales, diálogos breves, explicaciones gramaticales), canciones, diccionarios en línea o en soporte informático que incorporan audio de pronunciación, intervenciones e interacción con el profesor, intervenciones e interacción entre alumnos, vídeo-conferencia, coloquios, presentaciones orales, etc.

La formación e-learning ofrece una amplia gama de recursos visuales y sonoros que no tienen nada que envidiar, yo diría que superan incluso en variedad, a los disponibles en el aula. Hay que considerar, sin embargo, una distinción importante entre las destrezas de recepción (lectura, comprensión auditiva) y las de producción (escritura, expresión oral). Es precisamente en las destrezas de producción donde el e-learning aplicado a la enseñanza de idiomas presenta a mi juicio el reto más interesante.

Supongamos un curso impartido íntegramente a través de una plataforma on line, sin tutorías ni complementos presenciales. ¿De qué manera podría integrarse la producción oral y escrita del alumno, teniendo en cuenta que es necesario además cierto grado de interacción oral entre los participantes?

Por lo que respecta a la producción escrita, hay que considerar que no se limita solamente a las respuestas breves a un ejercicio de gramática o a un ejercicio de comprensión de lectura, por poner algún ejemplo. Sobre todo en los niveles intermedios y avanzados el componente escrito va adquiriendo progresivamente complejidad y extensión, y las producciones de los alumnos deben ser revisadas, corregidas, comentadas y evaluadas necesariamente por un profesor que debe devolver el trabajo al alumno en un plazo adecuado para que éste lo reelabore. La corrección ortográfica se puede controlar a través de un programa (Word, sin ir más lejos), pero no conozco ninguno que pueda evaluar la coherencia, la cohesión, la relevancia, el uso de vocabulario apropiado al contexto y al tema propuestos, las expresiones idiomáticas, la presencia de redundancias, la sintaxis –más allá de meras indicaciones sobre la falta de algún elemento esencial de la oración-, el estilo, y la organización de las ideas en el texto. Para todo eso sigue haciendo falta el criterio de un profesor, por tanto el papel del e-learning en este ámbito se reduce a proporcionar las herramientas que faciliten el envío de las producciones escritas de los alumnos al profesor y viceversa de una manera eficaz, y de establecer unos códigos adecuados para que las correcciones por parte del profesor sean inteligibles.

La producción y la interacción oral pueden desarrollarse a través de varios cauces. Pero también en este punto habría que diferenciar entre la pronunciación y la expresión. La pronunciación podría trabajarse mediante programas de grabación de voz y la provisión de un input correcto mediante diccionarios en línea o programas desarrollados al efecto. La interacción oral, por el contrario, tanto la del tipo profesor-alumno como la del tipo alumno-alumno, debería ser programada de manera que cada uno tuviera la oportunidad de interactuar con el profesor, por un lado, y con los demás alumnos, preferiblemente con la supervisión del profesor, por otro. Esto podría llevarse a cabo mediante programas específicos (Skype, vídeo-conferencias) y tendría que establecerse una frecuencia apropiada.

Para la evaluación de la expresión oral (no de la lectura en voz alta, sino de la interacción), también sería necesario concertar encuentros virtuales con el profesor, que evaluaría, de acuerdo con unos criterios establecidos, parámetros como por ejemplo la fluidez, la clara presentación de ideas, el uso efectivo de estrategias de comunicación, la gramática, el vocabulario, la pronunciación, la interacción, etc. Para esto sigue haciendo falta la intervención del profesor.

Como conclusión a estas reflexiones sobre la ley de la pluralidad aplicada al e-learning en el ámbito de la enseñanza de idiomas, me gustaría insistir en la necesidad de una interacción de calidad, de un feedback suficiente, y en lo posible, de un contacto mantenido, ya sea virtual o presencial en las modalidades mixtas de aprendizaje, con el profesor, que sigue siendo una pieza esencial del proceso.

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